A lo largo de la historia ha existido un tipo de sensibilidad que, intuitivamente, ha sabido entender los ecosistemas como un enredo de conexiones e interdependencias entre especies y elementos. Que han hecho resonar las formas harmónicas de la naturaleza, lo más elemental del universo, fijándose en aquello humilde o pequeño y dándole valor. Esta exposición es un ejercicio de poner en relación el trabajo histórico de Magda Bolumar con dos artistas contemporáneas procurando resonancias entre las tres. Sería interesante pensar en un linaje de artistas, en su mayoría mujeres, que crean formas abstractas inspiradas en elementos naturales: desde los Bichitos de Gego, a los dibujos de los Yanomami, a las pequeñas esculturas de Daniel Steegmann Mangrané, pero uno que no tenga que ver con genealogías verticales o jerárquicas. Una especie de transferencia lateral más rizomática, que pueda pasar por la forma de un coral o de un arbusto.